Mis padres se habían ido de viaje y me habían traído a mi querido perro para que se los cuidara mientras tanto. Comencé a pasearlo todas las mañanas, y se dio una situación bastante particular. Estaba sentado en el banco de una plaza, y un perro vino corriendo a saludarme como si lo conociera, salto encima mío y se sentó en ese mismo banco. A raíz de esto, la dueña vino a buscarlo riéndose por la situación y así fue como comenzamos a hablar. Lo recuerdo como hoy, cada día, cada mañana, a las 11 nos encontrábamos con nuestros perros en esa misma plaza. Después de algunos encuentros, me di cuenta de que ahí había una posible canción.